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sábado, 28 de agosto de 2010

VIRTUDES TEOLOGALES

Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino. Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son tres las virtudes teologales: la fe, la esperanza, y la caridad (Confrontar 1Co 13, 13).

LA FE

La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Iglesia Católica nos propone creer, porque El es la verdad misma.
El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella. “Hay diversas maneras de pecar contra la fe:
La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y que la Iglesia propone creer. La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones ligadas a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de ésta. Si es cultivada deliberadamente, la duda puede conducir a la ceguera del espíritu.
La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. "Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos" (CIC, can. 751).” (CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA n.2088-2089)

La fe, privada de la esperanza y de la caridad NO une plenamente el fiel a Cristo NI hace de él un miembro vivo de su Cuerpo (que es la Iglesia Católica), pues: la fe viva “actúa por la caridad” (Gálatas 5, 6) y “La fe sin obras está muerta” (Santiago 2, 26).

El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo aquél que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quién me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10, 32-33). Por lo tanto, “TODOS vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que NUNCA faltan a la Iglesia” (Lumen Gentium 42).


LA ESPERANZA

La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos NO en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.

“La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del EGOÍSMO y conduce a la dicha de la caridad”. (CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA n.1818)

La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme, “que penetra… a donde entró por nosotros como precursor Jesús” (Hebreos 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación (ver 1Tesalonicenses 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la esperanza, constantes en la tribulación” (Romanos 12, 12).

La esperanza es EXPRESA y se ALIMENTA en la oración, particularmente en la del Padrenuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear.

“Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo CIERTO dudoso, y el tiempo BREVE largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios, y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin”. (Santa Teresa de Jesús)

“El primer mandamiento condena también los pecados contra la esperanza, que son la desesperación y la presunción:
Por la desesperación, el hombre deja de esperar de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a ella o el perdón de sus pecados. Se opone a la Bondad de Dios, a su Justicia -porque el Señor es fiel a sus promesas- y a su Misericordia.
Hay dos clases de presunción. O bien el hombre presume de sus capacidades (esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto), o bien presume de la omnipotencia o de la misericordia divinas, (esperando obtener su perdón sin conversión y la gloria sin mérito).” (CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA n.2091-2092)


LA CARIDAD

La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: "Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor" (Jn 15, 9-10; confrontar Mt 22,40; Rm 13, 8-10); "Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado" (Jn 15,12). El Señor nos pide que amemos como él hasta nuestros enemigos (confrontar Mt 5,44), que nos hagamos prójimos del más lejano (confrontar Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (confrontar Mc 9,37) y a los pobres como a él mismo (confrontar Mt 25, 40.45).

El apóstol San Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: "La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta (1 Co 13, 4-7).

La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del "que nos amó primero" (1 Jn 4,19). La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión:
La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos (S. Agustín)

“Se puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios. La indiferencia olvida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción preveniente y niega su fuerza. La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza es una vacilación o una negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad. La acedia o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino. El odio de Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige penas.” (CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA n.2094)