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viernes, 25 de febrero de 2011

LA EXISTENCIA DE DIOS

Ciertamente no podemos comprender a Dios, pues
siendo infinito, no puede abarcarlo nuestro limitado entendimiento; pero SI
podemos conocerlo indirectamente mediante la contemplación y el análisis del
mundo y de las cosas creadas (ver CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA n. 40-43), y
nuestra razón si puede demostrar su existencia con argumentos evidentes. San
Pablo nos dice: “Las perfecciones invisibles de Dios, su eterno poder y su
divinidad han llegado a ser visibles después de la creación del mundo por el
conocimiento que de ellas nos dan las criaturas” (Romanos 1, 20).



La FE confirma la existencia de Dios; y además nos
lo propone como el Autor del orden sobrenatural.



Hemos escogido seis argumentos que están al alcance
de los que no han estudiado filosofía para probar la existencia de Dios: 1) Por
la existencia del mundo. 2) Por la existencia de los seres probables o
contingentes. 3) Porque el mundo no es eterno. 4) Por el orden que hay en el
mundo. 5) Por la vida. 6) Por la ley moral.







1)   Por la existencia del mundo



En nuestro diario vivir encontramos un principio que
es evidente, se ha llamado principio de causalidad y dice que “No hay efecto
sin causa”. Así por ejemplo no podemos admitir que un edificio o un vestido se
hayan hecho a sí mismos; nos reiríamos de quien nos dijera que aparecieron de
buenas a primeras, sin intervención de un arquitecto o de una modista.



Pues bien, el mundo es un efecto mil veces más
complicado que un vestido o un edificio. Luego
no podemos admitir que haya aparecido sin que un ser le diera existencia. Este
ser se llama DIOS.


2)   Por los seres contingentes



Seres contingentes son los que existen en un
determinado periodo de tiempo y en otro periodo de tiempo no. Por ejemplo una
rosa, hoy existe, mañana desaparece. En cambio el ser necesario siempre ha
existido, siempre existirá y, además lleva en sí la razón de su existencia. Ser
necesario sólo hay uno: DIOS.



Los seres que pueblan al mundo son contingentes
porque aparecen, duran un poco y luego desaparecen. Estos seres aparecen de tres
maneras: a) o de otro igual a ellos, por ejemplo, un árbol da nacimiento a otro
árbol, un animal a otro animal; b) o de la reunión de los elementos que la
componen, por ejemplo, el agua se produce por la combinación del hidrógeno con
el oxígeno; la piedra aparece por la agregación de las partículas que la forman;
c) o por creación, como nuestra alma.



Para explicar la existencia o aparición de de los
seres contingentes pueden hacerse tres hipótesis: a) o proceden de la nada; b)
o proceden unos de otros en serie infinita; c) o proceden de un ser necesario
que les dio la existencia.



Examinemos estas tres suposiciones o hipótesis:



a)   “Los seres proceden de la nada”. Esta hipótesis es absurda, porque es imposible que
la nada produzca el ser. Así por ejemplo si tengo un bolsillo vacío, es
imposible sacar un pañuelo de allí.



b)   “Los seres proceden unos de otros en serie infinita”. Esta hipótesis tampoco puede
admitirse porque: la serie infinita o tiene a su cabeza un ser primero, y ya no
es infinita; o no tiene a su cabeza un ser primero, y entonces ¿de dónde
proceden los demás seres de la serie?. Así por ejemplo: una cadena de eslabones
infinitos es un imposible; porque si tiene un primer eslabón, ya no es
infinita; y si no tiene un primer eslabón, ¿de dónde cuelgan los demás?



c)   Luego nos queda por aceptar la tercera hipótesis: “Los seres proceden de un primer
ser necesario que les dio la existencia”.



Es indispensable que este ser primero que dio origen
a los demás sea necesario; esto es, que no haya recibido de otro su existencia,
porque de lo contrario sería contingente y así volveríamos a la serie infinita.



CONCLUSIÓN.



La serie de los seres
contingentes no se explica racionalmente sino mediante la existencia de un SER
NECESARIO que no recibió el ser de otro porque lo tenía en sí mismo; y que lo
comunicó a los demás. A este ser lo llamamos DIOS.



3)   Porque el mundo no es eterno



Probaremos primero que el mundo no es eterno, es
decir, que tuvo principio; y luego que su existencia no puede probarse más que
por un creador.



·      El mundo tuvo principio. Así nos lo prueban la razón y las ciencias.





a)   La razón, porque repugna que un ser tan imperfecto y mudable como es el mundo
pueda ser eterno, pues la eternidad es propia del ser perfecto en que no hay
cambio ni mudanza.



b)   Las ciencias naturales, en especial la geología, nos demuestran por el examen de la
tierra que ésta tuvo principio y que le fue dado por otro ser ya que la materia
no se mueve de no ser movida por otro (la propiedad de la inercia dice que la
materia se opone al movimiento).



·        Para explicar el comienzo del mundo no se pueden hacer sino estas tres hipótesis:



a)   O salió de la nada. Esta hipótesis es inadmisible, porque la nada no puede
producir el ser.



b)   O se dio la existencia a sí mismo. Esta hipótesis también es inadmisible, porque
ningún ser puede obrar antes de existir.



c)   O recibió la existencia de otro ser. Como consecuencia de las dos anteriores,
ésta hipótesis queda como verdadera: el
mundo recibió la existencia de otro ser. Y ese ser se llama DIOS.



 4)   Hay orden en el mundo


·     Hay en el mundo un orden admirabilísimo en todos los seres:



a)   En los infinitamente grandes. Millones de astros de mole gigantesca atraviesan el
espacio a velocidades fantásticas; sus órbitas se entrecruzan en multitud de
puntos; pero sus movimientos están regidos por un orden y disposición tan
admirable, que jamás hay un choque entre ellos. Cuantas veces han anunciado los
sabios un choque y el consiguiente cataclismo, han fallado en su pronóstico.



b)   En los más pequeñitos. Así la planta más humilde tiene órganos complicados y
diferentes para cada función: nutrición, respiración, circulación,
reproducción, etc. Todos ellos conspiran a un fin preciso y determinado: la
conservación del individuo y de la especie.



·        Este orden supone una inteligencia ordenadora. En efecto,



a)   Sólo una inteligencia puede disponer convenientemente los medios apropiados para la
consecución de un fin. En lo cual, precisamente consiste el orden.



b)    Es un absurdo atribuir al azar y a la casualidad del orden maravilloso del mundo,
porque así como lo característico de la inteligencia es el orden, lo que
caracteriza al azar es el desorden.



Obrar al azar es como quien dice obrar ciegamente, a
tontas y a locas sin el conocimiento de los medios, o sin la acertada
disposición de ellos para alcanzar el fin que uno se propone.



Sería ridículo pretender que al tirar al azar las 12
letras de la palabra inteligencia, cayeran todas en línea recta y en el orden
debido para la formación de la palabra. Mayor absurdo pretender que esto
sucediera cada vez que se tiraran. Pero el absurdo llegaría al colmo si se
pretendiera explicar el orden de los millones de letras que componen un libro,
sin que interviniera en lo mínimo la mano y la inteligencia ordenadora de un
tipógrafo.



Pues bien, mucho más absurdo es admitir que el mundo
se hizo al azar porque el orden que hay en él es inmensamente más complicado
que el de un libro; y un orden que en millones de siglos no ha fallado una sola
vez.



CONCLUSION: El
orden admirabilísimo que hay en el mundo prueba la existencia de una
inteligencia ordenadora, a quien llamamos DIOS.




5)   Por la existencia de la vida



Probaremos que hubo
una época en que no existió la vida; y que ésta no pudo brotar de la materia,
sino que exige un creador.



  Hubo una época del mundo en que no existió
ningún germen de vida. Esta es una verdad científica y se prueba de dos maneras:



a)   Porque al observar las diversas capas de la corteza terrestre, vemos que en las
superiores hay muchas huellas de plantas y de animales; y por el contrario en
las inferiores, más antiguas, no se encuentra el menor germen de vida.



b)   Porque según los datos de la ciencia hubo una época en que todo el universo fue una
gran masa de fuego; y es imposible que en esas condiciones hubiera podido
existir el menor germen de vida.



El agua hierve a los 100 grados, y destruye todo germen viviente que haya en ella. Cuatro palos encendidos producen el calor suficiente para que el agua alcance esta
temperatura. Pues bien, ¿a qué temperatura alcanzaría todo el universo en combustión?
Los sabios lo calculan hasta 2.000 grados, algunos hasta 5.000. ¿Qué germen
viviente hubiera podido resistir?



  La vida no puede proceder de la materia, por
estas razones:



a)   Porque nadie da lo que no tiene. Luego la materia carente de vida, no pudo dar la vida.



b)   Porque los seres materiales tienen propiedades completamente opuestas a las de los
vivos. En los seres materiales no existen fenómenos de nutrición, circulación,
respiración, reproducción, crecimiento interno y muerte, que se encuentran en
todo ser vivo.



CONCLUSION: Luego la vida no pudo proceder de la
materia, y es preciso admitir un ser creador de la vida, al que llamamos DIOS.



6)   Por la ley moral



Se llama ley moral el dictamen de nuestra conciencia que nos hace distinguir el bien del mal, y nos obliga a obrar el bien y a evitar el mal.



La ley moral tiene tres condiciones: obliga a todos los hombres, es superior al hombre y obliga en conciencia.



a)   La ley moral obliga a todos los hombres sin excepción alguna; manda, por ejemplo,
el respeto a la vida y a la propiedad ajena; y prohíbe el asesinato y el robo.



b)   Es superior al hombre, quien no puede ni desconocerla ni cambiarla. Así nadie
podrá hacer que el asesinato sea bueno.



c)   Obliga en conciencia. Cuando la observamos sentimos satisfacción; cuando la quebrantamos,
remordimiento.



La ley moral prueba la existencia de Dios porque como no puede haber ley sin un legislador que la de, es necesario que la ley moral haya sido impuesta por un legislador que
tenga esas tres mismas condiciones, a saber: que sea superior a los hombres,
los obligue a todos, y pueda leer en su conciencia. Este legislador no puede ser sino DIOS.



Para terminar esta
catequesis queremos hacerlo recordando la doctrina contenida en el CATECISMO DE
LA IGLESIA CATOLICA  n. 31-35; sobre las vías de acceso al conocimiento de Dios:



Creado a imagen de
Dios, llamado a conocer y amar a Dios, el hombre que busca a Dios descubre
ciertas "vías" para acceder al conocimiento de Dios. Se las llama
también "pruebas de la existencia de Dios", no en el sentido de las
pruebas propias de las ciencias naturales, sino en el sentido de
"argumentos convergentes y convincentes" que permiten llegar a
verdaderas certezas.



Estas "vías" para acercarse a Dios tienen como punto de partida la
creación: el mundo material y la persona humana.



El mundo: A partir del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y
de la belleza del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo.


S.Pablo
afirma refiriéndose a los paganos: "Lo que de Dios se puede conocer, está
en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde
la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su
poder eterno y su divinidad" (Rom 1,19-20; cf. Hch 14,15.17; 17,27-28; Sb
13,1-9).



Y
S. Agustín: "Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza
del mar, interroga a la belleza del aire que se dilata y se difunde, interroga
a la belleza del cielo...interroga a todas estas realidades. Todas te responde:
Ve, nosotras somos bellas. Su belleza es una profesión ("confessio").
Estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma Belleza
("Pulcher"), no sujeto a cambio?" (serm. 241,2).



 El hombre: Con su apertura a la verdad y
a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su
conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga
sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos de su alma
espiritual. La "semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a
la sola materia" (GS 18,1; cf. 14,2), su alma, no puede tener origen más
que en Dios.



El mundo y el hombre atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer
principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí,
sin origen y sin fin. Así, por estas diversas "vías", el hombre puede
acceder al conocimiento de la existencia de una realidad que es la causa
primera y el fin último de todo, "y que todos llaman Dios" (S. Tomás
de A., s.th. 1,2,3).




Las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios
personal. Pero para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido
revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación
en la fe. Sin embargo, las pruebas de la existencia de Dios pueden disponer a
la fe y ayudar a ver que la fe no se opone a la razón humana.”




BIBLIOGRAFIA:



FARIA,  Pbro. Rafael. CURSO SUPERIOR DE RELIGION.
Cuarta Edición. Páginas 49-54. Librería Voluntad S.A. Bogotá. 1947.



CATECISMO DE LA
IGLESIA CATOLICA. http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s1c1_sp.html#II
Las  vías de acceso al conocimiento de
Dios