“La Comunidad, como todas las obras de Dios, tiene un orden jerárquico. En nuestro caso, soy el Servidor General por disposición de Nuestro Señor Jesucristo y en su Nombre obro y enseño, difundiendo el Evangelio y la sana doctrina de la Iglesia, sometido a la guía y autoridad del Papa y de los obispos en comunión con él (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 899).
Dentro de la Comunidad, con la autoridad que el Señor me ha dado, nombro servidores a personas que queriendo servir, llenan los requisitos necesarios para Evangelizar y difundir la sana doctrina de la Iglesia. Hay varios tipos de servidores; uno general, varios regionales, locales, de grupos y, cabezas de grupo.
Los servidores regionales deben rendirme informes periódicos y detallados del desenvolvimiento, progreso y dificultades de los grupos de la región encomendada a ellos. No les es permitido inmiscuirse ni para bien ni para mal en otras regiones. Todos los miembros de la Comunidad, sin importar su jerarquía, tienen el derecho de ser dirigidos espiritualmente por mí (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2690). Ningún servidor tiene el derecho de averiguar lo que me van a comentar las personas, y está en obligación de separarles cita conmigo cuando lo soliciten. Los miembros están en la obligación de denunciar ante mí, las enseñanzas que de cualquier servidor, distintas a lo que enseña la Iglesia en su Magisterio y doctrina, irregularidades, atropellos, manipulaciones, etc., que reciban por parte de los servidores.
Ningún servidor puede divulgar o enseñar las revelaciones personales que he recibido y mucho menos afirmarlas como dogma de fe.
Todo miembro de la Comunidad tiene el derecho y obligación de corregirme o corregir a cualquier servidor que de escándalos contra la moral y costumbres, o que enseñe cualquier cosa contraria a las enseñanzas de la Iglesia.”
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