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sábado, 19 de marzo de 2011

HISTORIA DEL SANTO ROSARIO

El Rosario, tal como lo conocemos y oramos hoy, no
es una plegaria que haya surgido de la noche a la mañana. Es fruto de una larga
evolución y búsqueda del pueblo cristiano que anhela siempre inspirar su
plegaria en la Palabra de Dios. De hecho, los primeros cristianos oraron los
salmos como lo hacían los judíos en ese mismo periodo de tiempo.


Cuando en el siglo IX, los 150 salmos bíblicos
pasaron a ser parte del oficio monástico, los laicos que vivían en los
alrededores de los monasterios reconocían y apreciaban la belleza de la oración
bíblica y querían encontrar en dichos salmos un rico y sustancioso alimento
para su piedad. Estos laicos tuvieron el problema de que o no sabían leer o no
entendían bien el latín o no tenían el dinero suficiente para comprar un
manuscrito de los salmos pues no existía, en esa época, la imprenta. Por otro
lado, a muchas personas se les dificultó aprenderse de memoria los salmos
largos del salterio.


Se cuenta que cierto día, allá por el año 800, un
monje irlandés sugirió a los laicos del vecindario que rezaran 150
Padrenuestros en lugar de los 150 salmos. Para contar los Padrenuestros se
empezó llevando una bolsa de cuero con 150 piedrecitas. Más tarde, se
utilizaron cordones con 50 ó 150 nudos y, más tarde aún, cordones con los que
se engarzaban 50 trocitos o cuentas de madera.



La costumbre de rezar el Padrenuestro en lugar de
los salmos se difundió rápidamente no sólo entre los laicos sino también en los
monasterios pues los religiosos “legos” (o que no sabían leer) se hallaban en
condiciones muy parecidas a las de los laicos. Así, en 1096, en la comunidad de
Cluny se prescribe que al morir un miembro de la comunidad, los sacerdotes
celebren por él la Santa Misa y los religiosos no ordenados reciten 50 salmos o
50 Padrenuestros. Los templarios y los cistercienses tomaron decisiones
similares.



Bajo el influjo de la devoción mariana, cada vez más
viva, pronto se añadió a la recitación del Padrenuestro la del Avemaría,
constituida por el saludo del ángel (Lucas 1, 28) y la alabanza obsequiosa de
Santa Isabel (Lucas 1, 42), a la cual sigue la súplica eclesial Santa María.
Hay
evidencia sustancial, por tanto, de que los creyentes en Cristo llegaron a
reconocer a María como la Madre de Dios. Posteriormente la Iglesia, en el
Concilio de Éfeso, declaró oficialmente esto en el año 431 DC. Finalmente
llegamos a la última parte, “ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora
de nuestra muerte.” Queriendo hacer del Ave María una verdadera oración, se
añadió eventualmente una petición y así apareció en su forma completa a
mediados del siglo dieciséis. El Ave María es sin duda una oración bíblicamente
enraizada, una salutación y una petición a la Bendita Virgen por quien nació el
Redentor de la humanidad. Es una oración de todos los cristianos.


El Santo Rosario, compuesto en su fondo y substancia de la oración de Jesucristo y de la
salutación angélica -esto es, el Padrenuestro y el Avemaría- y la meditación de
los misterios de Jesús y María, es sin duda la primera oración y la devoción
primera de los fieles, que desde los apóstoles y los discípulos se transmitió
de siglo en siglo hasta nosotros. No obstante, el Santo Rosario, en la forma y
método que lo recitamos al presente, sólo fue inspirado a la Iglesia en 1214
por la Santísima Virgen, que lo dio a Santo Domingo de Guzmán para convertir a
los herejes albigenses y a los pecadores. Ocurrió en la forma siguiente, según
cuenta el Beato Alano de la Roche en su famoso libro titulado De Dignitate
Psalterii. Viendo Santo Domingo que los crímenes de los hombres obstaculizaban
la conversión de los albigenses, entró en un bosque próximo a Tolosa y pasó en
él tres días y tres noches en continua oración y de penitencia, no cesando de
gemir, de llorar y de macerar su cuerpo con disciplinas para calmar la cólera
de Dios; de suerte que cayó medio muerto. La Santísima Virgen, acompañada de
tres princesas del cielo, se le apareció entonces y le dijo: "¿Sabes tú,
mi querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para
reformar el mundo?" "Oh Señora, respondió él, Vos lo sabéis mejor que
yo, porque después de vuestro Hijo Jesucristo fuisteis el principal instrumento
de nuestra salvación." Ella añadió: "Sabe que la pieza principal de
la batería fue la salutación angélica, que es el fundamento del Nuevo
Testamento; y por tanto, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos,
reza mi salterio." El Santo se levantó muy consolado y, abrasado de celo
por el bien de aquellos pueblos, entró en la Catedral. En el mismo momento,
sonaron las campanas por intervención de los ángeles para reunir a los
habitantes, y al principio de la predicación se levantó una espantosa tormenta;
la tierra tembló, el sol se nubló, los repetidos truenos y relámpagos hicieron
estremecer y palidecer a los oyentes; y aumentó su terror al ver una imagen de
la Santísima Virgen expuesta en lugar preeminente, levantar los brazos tres
veces hacia el cielo, para pedir a Dios venganza contra ellos si no se
convertían y recurrían a la protección de la Santa Madre de Dios. El cielo
quería por estos prodigios aumentar la nueva devoción del Santo Rosario y
hacerla más notoria. La tormenta cesó al fin por las oraciones de Santo
Domingo. Continuó su discurso y explicó con tanto fervor y entusiasmo la
excelencia del Santo Rosario, que los moradores de Tolosa lo aceptaron casi
todos, renunciaron a sus errores, y en poco tiempo se vio un gran cambio en la
vida y las costumbres de la ciudad.




BIBLIOGRAFIA:


El Secreto Admirable del Santísimo Rosario para convertirse y salvarse.
San Luis María de Monfort. Primera decena. Segunda Rosa. Edición autorizada a
Librería Espiritual. Quito. Ecuador.


El Rosario. P. Pío Suárez. Colombia. 1981.








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